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Gastbeitrag: Wahlkampf auf Lanzarote – Brief von deutschen PSOE-Mitgliedern an die eigene Partei

Von Barbara & Günther Beetz aus Las Breñas

Wahlkampf 2007 auf Lanzarote

In Lanzarote wird in wenigen Tagen eine neue Regierung gewählt, wie überall in Spanien. Der Wahlkampf ist auf seinem Höhepunkt angekommen. Täglich fahren Autos mit großen Lautsprechern durch die Ortschaften und verkünden kaum verständliche, inhaltslose Parolen, deren Wichtigkeit offensichtlich von der Lautstärke abhängig ist.

Man fühlt sich in ein vordemokratisches Land des vergangenen Jahrhunderts versetzt, wo die Bürger ohne Presse, Funk und Fernsehen leben mussten, geschweige denn sich aktiv mit Informationen versorgen konnten, wie es per Internet möglich ist. Plakate mit Slogans, die noch weniger als nichts aussagen, verstellen den Blick auf Landschaft und Verkehrsschilder, um Botschaften ohne Sinn und Verstand zu propagieren.

Einen Höhepunkt der Missverständlichkeit hat dieses Mal unsere Partei, die PSOE, erreicht, mit der Information „WIR MACHEN MEHR“. Wer hat nur diese unsinnige Parole ausgegeben? Für einen Inselbewohner kann das nur bedeuten, wir werden noch mehr bauen und damit das einzige Kapital der Insel – die Naturlandschaft – so intensiv wie möglich zerstören.

Der Höhepunkt der Absurdität ist die Verwendung des Konterfeis eines korrupten, zu acht Jahren Gefängnis verurteilten und zu 15 Jahren Aberkennung der Wählbarkeit verurteilten Politikers (D.M.) auf Wahlplakaten durch die PIL. Offensichtlich hält man den redlichen Wähler für dumm.

Warum findet ein derartiger Wahlkampf statt?

Die im Wesentlichen inhaltslosen Parolen deuten auf ein zentrales Problem der Insel hin: Im großen und ganzen ist ja alles bestens geregelt und eine Wahl soll möglichst nichts verändern, zumindest nach den Vorstellungen der Ton angebenden Familienclans, die die Insel unter sich aufgeteilt haben und in Ruhe ihren Geschäften nachgehen wollen und ihre Ämter ohne Einmischung nach absolutistischer Manier führen möchten.

Dass diese Geschäfte vorwiegend mit Bauen zu tun haben, war schon César Manrique ein großes Problem. Zu seinen Lebzeiten konnte er Kraft seiner Autorität das Streben der „Clan-Chefs“ beschränken. Nach ihm waren alle Hemmungen gefallen, wie es damals viele vernünftige Menschen voraus gesehen hatten.

Die einflussreichen Familien folgen einzig ihrer Habgier und einem dumpfen Streben nach Macht und Einfluss, wie es das Verhalten von D. M. sehr deutlich veranschaulicht. C. M. wusste, dass diesen Leuten die Weitsicht, Weisheit und Bildung fehlt, die Natur Lanzarotes zu schützen und den Menschen eine lebenswerte Zukunft zu sichern. Das Gran Hotel in Arrecife ist ein schönes Beispiel für seinen Kampf gegen die Bauunternehmer, die ihr rücksichtsloses Profitstreben nur während seiner Abwesenheit umsetzen konnten.

Manriques Auseinandersetzungen mit den Clan-Chefs seiner Zeit, wäre heute ein ergiebiges Wahlkampfthema. Denn vermutlich war er der letzte einflussreiche Lanzaroteño, der seine persönlichen Interessen nicht über das Wohlergehen der Menschen und der Natur setzte. Anders als die Mehrzahl der gegenwärtigen Amtsinhaber, wusste er, dass eine solche Einstellung ihm selbst und allen anderen nützt.

Es wäre fatal, nach den gegebenen Umständen zum Schluss zu kommen, wählen sei sinnlos. Warten wir lieber, bis wieder ein César Manrique kommt, der die Insel und alle redlichen Bewohner retten wird.

In diesem Falle wird allerdings übersehen, dass es auch redliche Politiker gibt, die im Sinne César Manrique die Insel erhalten wollen und sehen, was zu tun ist.

Nur wer sein Wahlrecht wahr nimmt, wird sie unterstützen und damit sich selbst und allen anderen nützen.

Barbara & Günther Beetz, Las Breñas


El gran teatro electoral

La campaña electoral es como un gran teatro, un espectáculo dantesco que se reproduce cada cuatro años y que demuestra que los bajos instintos del ser humano no tienen límites. Los coches recorren los pueblos de la isla con potentes altavoces para anunciar lemas poco claros y sin fondo, con los que quieren llamar la atención a los ciudadanos para captar su voto o para que acudan a uno de esos mítines cargados de promesas y vacíos de contenido. La importancia depende de la intensidad del sonido, que se repite constantemente y que pretende taladrar el cerebro del vecino hasta hipnotizarlo. Nos trasladan a una época predemocrática, donde se carecía de los medios de comunicación necesarios, especialmente de Internet, para alcanzar una información completa y rigurosa de la realidad.

Los carteles con eslóganes y las enormes banderas multicolores que no dicen nada no sólo deterioran el paisaje y bloquean las señales de tráfico. También representan el derroche económico de algunos partidos políticos, cuyos representantes no se ruborizan cuando se les pregunta por el dinero empleado para la campaña electoral, que emplean también en fiestas, comilonas, bailes y panderetas. Un ejemplo del déficit democrático de esta república bananera, donde todas las formaciones políticas no parten de la misma línea de salida en la carrera electoral, pues algunas ya cuentan con suficiente ventaja para alcanzar la meta, apoyadas en muchas ocasiones por una fuerte inversión empresarial que espera compensaciones posteriores.

El colmo del malentendido es el eslogan de neustro partido, el PSOE, donde se reproduce la idea “haremos más”. ¿Quién dio esta consigna? Para los conejeros, sólo puede significar más cemento y más destrucción de su único capital, la naturaleza. No obstante, el colmo de lo absurdo está representado por los carteles del PIL, donde aparece el retrato de un ex político condenado a ocho años de cárcel y quince de inhabilitación para el ejercicio de cargo público. Evidentemente, toman por tontos a los votantes de Lanzarote, acostumbrados al surrealismo político.

¿Por qué tenemos que soportar una campaña electoral de estas características? La razón es muy sencilla. Los lemas empleados reflejan el problema central de la isla, donde se transmite la imagen de que todo funciona bien en líneas generales, de que sería bueno que las elecciones no modificaran el peso de los clanes, que han parcelado Lanzarote y que quieren seguir los negocios al más puro estilo absolutista.

El desarrollo descontrolado de esta Isla, considerada Reserva de la Biosfera, no ha terminado. El negocio de la construcción, la verdadera actividad económica para muchos empresarios sin escrúpulos, constituyó el principal problema con el que tuvo que enfrentarse César Manrique. Cuando vivía, podía controlar y contener el crecimiento, pero después de su muerte volvieron a esquilmar la belleza de la isla, como había vaticinado la gente prudente.

Las familias influyentes sólo se mueven por la codicia y el poder. Manrique sabía que les faltaba visión de futuro, sabiduría y formación para proteger la naturaleza y convertir la Isla en un espacio digno para vivir. En 1986, sólo unos días después de recibir el Premio Europa Nostra, César difundió un manifiesto con el dramático título “Lanzarote se está muriendo”, en donde ya denunciaba los riesgos a los que se vería abocada la Isla por la avaricia de unos pocos. El Arrecife Gran Hotel es un buen ejemplo de su lucha contra las empresas constructoras, ya que sus propietarios sólo podían realizar su afán de lucro cuando él se encontraba fuera de la Isla.

La lucha de Manrique contra los jefes de los clanes sería un buen lema para la campaña electoral. Probablemente él fue el último lanzaroteño que no sobrepuso sus intereses por encima del bienestar de los hombres y la conservación del medio ambiente. Todo lo contrario que la mayoría de los gobernantes actuales, quienes apenas saben aplicar buenas políticas para mejorar las condiciones de vida de la población.

En conclusión, no es bueno que pensemos que votar no tiene sentido. Tampoco debemos esperar la llegada de “otro César” que salve a la Isla y a sus habitantes. Seguro que hay políticos honrados que quieren seguir la estela de Manrique y saben perfectamente lo que tienen que hacer. Sólo el que ejerce su derecho al voto puede ayudarlos para que defiendan los intereses de la mayoría de la población lanzaroteña.

Barbara & Günther Beetz, Las Breñas